Las historias nos aprovisionan para la vida. Kenneth Burke
La ficción da forma a la vida. Jean Anouilh
En la entrada anterior, recordando un artículo de LA VANGUARDIA escrito durante los bombardeos de Barcelona en plena Guerra Civil, concluía que escribir es una forma de comprometerse con la realidad y luchar de alguna manera por los niños de Europa -«para que puedan seguir jugando en libertad», decía LA VANGUARDIA-. Hoy, en ese sentido, me referiré a los niños de El Salvador.
Lo hago a raíz de un correo que recibí desde San Salvador. Sé que desde que este blog está en funcionamiento mucha gente de Hispanoamérica se ha interesado por mis obras infantiles EL CASERÓN DEL MIEDO y LA DECISIÓN DE VILLALIMPIA, las ha descargado e incluso las ha llevado a escena (sobre todo en Venezuela, México, Perú, Argentina y Chile). Me siento muy afortunado y complacido por ello, y sigo maravillándome de que internet permita que mis textos puedan llegar a tanta gente, y tan lejos. Pero esta carta desde El Salvador me ha hecho revivir el poder que puede llegar a tener el teatro a la hora de transmitir valores y potenciar la convivencia pacífica y el espíritu de colaboración entre los niños y los adolescentes.
Y cuando ves a personas que comparten profundamente esa misma convicción e intentan ponerla en práctica con todo su empeño y su ilusión en entornos realmente duros, no me queda más remedio que quitarme el sombrero ante ellos por su fe en lo teatral, eso por un lado, y también me impulsa a mí a seguir creyendo en lo que hago, a pensar que escribir teatro es hacer algo útil para intentar mejorar tu entorno, es hacer tu aportación para intentar construir un mundo mejor.
Éstas son las cartas que me mandó Henry Martínez desde San Salvador, las muestro aquí después de haber obtenido su permiso para hacerlo, porque pienso que sus esfuerzos y los de tantas personas como él merecen ser conocidos y tener repercusión:
«He leido sus historia en internet y me han llamado mucho la atención sus obras, queria preguntarle si no es mucha molestia que me proporcionara algunas otras historias. Trabajo con niños y niñas de un área muy violenta de mi país y estamos promoviendo un proyecto sobre crear espacios culturales en esta zona de San Salvador.
Es muy dificil trabajar en las escuelas públicas. Comento todo esto porque me gustaria que se sepa sobre este tema. La Realidad del Teatro en el Salvador está entre la violencia y el hacinamiento. En el Salvador el Teatro es un tema nuevo al que sólo pocas élites tienen acceso, la mayoría de la población no tiene una cultura de lectura y por lo tanto desconoce muchas expresiones artísticas.
Soy un joven de 26 años, trabajo en una fundación que promueve la cultura como alternativa a la prevención de la violencia en el municipio de Soyapango, al Oriente de
San Salvador con una población de casi un millón de personas en un territorio de no más de 45 km. Mi trabajo es directamente con escuelas públicas con alto riesgo de violencia de pandillas y en condiciones de hacimiento, a pesar de eso los niños y las niñas asisten a las clases pero se nota una total falta de conocimiento y déficit de atención, por estar ubicados en un lugar inadecuado donde realizar los talleres.
Intentar hacer el mas mínimo ejercicio de imaginación o concentración es casi imposible, la improvisación prima en cada uno de los 4 grupos que atiendo, los cuales para complicar aún más la situación son de colonias rivales, esto quiere decir que no pueden entrar en la colonia de la otra escuela, ya que se exponen a ser víctimas de delincuencia e incluso podría costarles su vida.
Escribo y doy a conocer esta situación con el objetivo que otras y otros artistas, especialmente de Europa, se den cuenta que hay grandes esfuerzos por promover la cultura en Centroamérica. Es quizás por ofrecer un primer acercamiento a esta temática que Ignasi me permitió publicar esta carta en su Blog. Me gustaría compartir experiencias metodológicas, de conocimiento, que me permitan darles más calidad a estos niños y niñas, para que puedan ser el teatro y el arte instrumentos de liberación y de cambio.»
Henry Martinez. El Salvador
correo electrónico henrito198705@gmail.com
Robert McKee, considerado por muchos el gurú y el gran maestro de los guionistas, comenta en su libro El guión que los seres humanos «día tras día buscamos una respuesta a la eterna pregunta que se planteó Aristóteles en su ÉTICA: ¿cómo debería dirigir un ser humano su vida?». Continúa McKee diciendo que la humanidad ha buscado la respuesta a esa pregunta en lo que a su juicio son las cuatro sabidurías, a saber: la filosofía, la ciencia, la religión y el arte. Y defiende que de ellas, la más arraigada actualmente en la gente es el arte de contar historias. «Nuestro deseo de historias refleja la profunda necesidad humana por comprender la pauta de la vida, no solamente como ejercicio intelectual, sino dentro de una experiencia muy personal y emotiva.»

No es de extrañar por tanto, que personas como Henry Martínez busquen en el teatro un instrumento de liberación y de cambio para su entorno más inmediato. El trabajo teatral ofrece unas posibilidades inmensas para ello, y personas de peso que le han dedicado toda su vida con esa mentalidad, como Peter Brook, nos vienen a dar la razón. Brook en Hilos de tiempo (lo que podríamos considerar sus memorias), dice algo que confirma lo que nos dicen McKee o Anouilh: «El teatro no es un lugar sin más, ni simplemente una profesión. Es una metáfora. Ayuda a hacer más claro el proceso de la vida. (…) El teatro puede penetrar en el interior de las zonas más oscuras del terror y la desesperación por una sola razón: para ser capaz de afirmar, ni antes ni después, sino en ese mismo momento, que en la oscuridad está presente la luz.»
Y ya sólo por ello, merece la pena seguir luchando por mantenerse en la brecha.
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