P.I.G.S. sigue en Málaga

«En nuestra literatura, todo lo que no es folclore es pedantería»

(Juan de Mairena.  Antonio Machado)

 

Las compañías Trenéticos y Teatro Inflamable están empeñadas en seguir representando P.I.G.S. a lo largo y ancho de Málaga, bajo la atenta dirección de Juan Luque. Han pasado ya por Pizarra, Álora, Campillos -donde ganaron un certamen teatral-,  Estepona, Monda y también por dos salas de Málaga capital (Urte Teatro y La Cochera Cabaret). En total, 16 funciones, que ya es una cantidad respetable  a la que muchos espectáculos llamados «profesionales»  no han podido llegar.

Escena de P.I.G.S

Escena de P.I.G.S

               Viéndoles actuar en Monda, con una entrega que me sorprendió gratamente, pensé que sin el entusiasmo y la dedicación de compañías como Trenéticos y Teatro Inflamable, y sin el trabajo de directores tan comprometidos como Juan Luque, el Teatro sólo se quedaría en las grandes ciudades o, a lo sumo, en las capitales de provincia. Hablo de lo que muchos llaman «Teatro con mayúsculas», que para mí tiene más que ver  con un alto caché, actores famosos gracias a la televisión  y gente con prejuicios que piensa que llevar la obra en la que están implicados a un pueblo pequeño sería manchar el currículum por aquello de «dar manjares a los cerdos».  Hablo de esos teatreros que de puertas para fuera van de progres pero que en realidad son elitistas en lo  artístico y en lo intelectual -si es que puede hablarse de ambos conceptos por separado-.

Monda (Málaga)

Monda (Málaga)

     El público de un pueblecito como Monda nunca será el mismo que el de  una sala alternativa de Madrid, Barcelona, Sevilla o Bilbao. Pero es que tampoco tiene por qué serlo. En un pueblecito como Monda un espectáculo teatral es todo un acontecimiento y van a verlo desde los niños a los abuelos. Y es bonito ver cómo ese montaje que quizá hubiese pasado desapercibido  en la cartelera de una gran ciudad, aquí se convierte en un acto relevante que aglutina y convoca a los vecinos del lugar.

    Lo que vi en Monda me hizo recordar «El Teatro del Pueblo» -que dirigió Alejandro Casona durante cinco años, dentro de las Misiones Pedagógicas fundadas por Manuel Bartolomé Cossío – y «La Barraca» de García Lorca, compañías que recorrían el mapa rural de la península  «llevando los gozos del arte a los más apartados  rincones campesinos», según escribió el mismo Casona. Y añade: «El teatro estudiantil  de las Misiones era una farándula ambulante, sobria de decorados y ropajes, saludable de aire libre, primitiva y jovial de repertorio. Formado por estudiantes y consagrado a auditorios sin letras, no podía ser de otra manera. Si alguna obra bella puedo enorgullecerme de haber hecho en mi vida, fue aquella; si algo serio he aprendido sobre el pueblo y teatro, fue allí donde lo aprendí. Allí comprobé una vez más que los grandes autores cómicos universales pueden divertir  noblemente a un auditorio rural, y acaso más profundamente que a un público cultivado. Lo que en este es previa disposición sumisa al prestigio de un nombre, es en aquel espontánea adhesión al tema fértil, a la expresión jocunda, a esa mezcla de honradez esencial  y sabrosa malicia que le es tan familiar. Al revés de lo que ocurre en las salas urbanas, la obra vive con total independencia del autor y con vida más fuerte que la suya.  No hacíamos más que devolver al pueblo lo que es del pueblo, o por derecho de invención o por colonización tradicional. » (Prólogo de Retablo Jovial).

Una representación de "Teatro del Pueblo"

Una representación de «Teatro del Pueblo»

   Pero hoy el día el público de un pueblo, por pequeño que sea, ya no es el mismo que en los años 30. No.  Ahora existe la televisión, el dvd, internet…   Los espectadores ya están entrenados en la narrativa audiovisual más exigente. Y eso lo saben todos estos actores que, a pesar de que no se ganan la vida con el teatro porque tienen otros oficios y sólo hacen esto por diversión -lo cual me parece muy loable-, intentan dar lo mejor de ellos mismos en escena. Porque piensan que cualquier público, sea el de una sala alternativa de renombre o el de  un pueblo pequeño, se merece recibir la mejor versión de su trabajo. Y eso es muy loable, porque entre otras cosas mantiene vivo el tejido cultural de nuestro país  y mantiene vivo el sentido festivo y lúdico que debe tener el Teatro.

Gracias, Trenéticos. Gracias, Teatro Inflamable. Y gracias, Juan Luque.

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