Hace ya 64 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Fue en diciembre de 1948 cuando la Asamblea General de la ONU la adoptó como documento declarativo.
Para mí es una fecha significativa, 64 fue el año de mi nacimiento. Y en 2008, coincidiendo con su 60 aniversario, me incorporé a un proyecto dirigido por Jose Sanchis Sinisterra, en el que reunió al grupo Teatro del Comun (formado por actores vinculados de un modo u otro al mundo de la Educación y la Docencia) y a una serie de autores teatrales, la mayoría de ellos galardonados en el concurso Marques de Bradomín (Pilar Campos, Dámaris Matos, Gracia Morales, Juan Alberto Salvatierra, Marilia Samper y yo mismo), bajo la dirección de Celia León, Mario Vedoya y del mismo Sanchis Sinisterra. Se trataba de hacer una reflexión, desde la óptica de las nuevas dramaturgias, sobre la situación de los derechos más importantes que se contemplan en esa Declaración Universal redactada en 1948. ¿Realmente ha habido avances? ¿Hasta qué punto se respetan en la actualidad esos Derechos supuestamente inalienables que en su momento aprobaron la mayoría de paises del mundo?
Llamamos a ese espectáculo LA ORILLA PERRA DEL MUNDO. Hicimos unas cuantas representaciones en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y más tarde llevamos algunas de sus escenas al Festival Internacional de Teatro de Maputo (Mozambique), donde se representaron a medias entre actores de nuestra compañía y actores mozambiqueños. Posteriormente LA ORILLA PERRA DEL MUNDO se publicó en Ediciones Akal dentro de la colección Biblioteca del Aula, juntamente con un cuaderno pedagógico complementario, como no podía ser de otra forma dado el vínculo con el mundo educativo y docente de la mayoría de integrantes del proyecto, como ya se ha dicho más arriba.
Tuvimos la suerte de contar con la colaboración de Sebastiao Salgado, que nos cedió una fotografia para el póster y el programa de mano del espectáculo. Y también tuvimos la suerte de contar con la colaboración de José Saramago, que nos escribió un texto que utilizamos primero en el programa de mano y después como prólogo del cuaderno pedagógico que acompañaba a la obra teatral. Reproduzco a continuación un fragmento, porque resume a la perfección lo que queríamos expresar en el espectáculo y porque es una de tantas muestras del grado de compromiso de este premio Nobel con la realidad y con la opresión:
«La orilla perra del mundo es la de los excluidos. La orilla perra del mundo no es de hoy ni de ayer, es de siempre. La orilla perra del mundo comenzó cuando, al encontrarse dos seres humanos, uno de ellos percibió que tenía más fuerza que el otro y, por lo tanto, más poder en lo inmediato, y más libertad para explotar en el futuro. Desde entonces, lo que aún subsiste de bueno y de justo en nosotros anda buscando formas de convencer a la gente de que, si es cierto que un río natural tiene dos orillas y que de ambas se espera lleven el agua donde haga falta, ese otro río que es la Humanidad -en verdad, mucho mas delta que río- debería conducirse, no por la lógica ciega del declive por donde el agua va bajando, sino por la fuerza constructiva de una razón social de vocación solidaria.»
Esperemos que esa fuerza constructiva tarde o temprano tome forma. Hasta entonces, habrá que recordar (desde el Teatro también) una y otra vez, las veces que haga falta, el camino que aún queda por andar.