El pasado domingo 14 de marzo se me otorgó el premio Recvll en la modalidad de Teatro (Premio Josep Ametller), por la obra LA APRENDIZA. Un premio que se empezó a convocar en 1983 –el de Teatro, las otras modalidades se remontan a 1965- y que yo hacía tiempo que perseguía. De hecho es el primer premio al que me presenté cuando empecé a escribir allá por los años 90.
El acto de entrega normalmente tiene lugar en el Teatro de Blanes pero este año, debido a la pandemia, ha tenido lugar en el porche del Santuari del Vilar, lejos de la población, en un lugar elevado situado en medio de la Naturaleza y venerado por los vecinos de Blanes.
¿Y por qué allí? Pues porque en 1966 las autoridades franquistas prohibieron estos premios pero la organización decidió llevarlos adelante igualmente, y los galardones se entregaron “como quienes no quiere la cosa” en ese mismo santuario, aprovechando la salida de misa para no despertar sospechas.
Todo un símbolo, por lo tanto, de resistencia a la opresión y de resiliencia ante la adversidad por parte de la Lengua y la Cultura Catalanas. Por este motivo, me siento muy orgulloso y satisfecho de haber ganado esta edición especialmente simbólica en la que, entre otras cosas, se ha querido demostrar que esta pandemia no podrá con nosotros.

Hablando de pandemia, LA APRENDIZA es una consecuencia de ella: Esta obra habla de la muerte, que a menudo es un tema tabú en esta sociedad. Actuamos y pensamos como si no nos tuviera que llegar nunca. Pero esta pandemia nos la ha puesto ante las narices: hemos visto morir a gente próxima, o lo hemos visto a las puertas de la muerte. Hemos tenido (tenemos todavía) miedo a ser los siguientes y, nos guste o no, nos hemos parado a pensar en nuestra condición mortal y en el sentido de nuestra vida. Mi manera de hacerlo ha sido escribir LA APRENDIZA. Esta obra es una reflexión en clave de comedia negra sobre el miedo que nos da la muerte, sobre cómo nos imaginamos una vida después de la muerte, pero, sobre todo, es un canto en la vida. A esa vida que demasiado a menudo lamentamos no haber aprovechado como podíamos, cuando estamos a punto de perderla.
También habla de la situación laboral de los jóvenes, que se ven obligados a coger trabajos precarios (en el Infierno, si hace falta) para poder aspirar a independizarse de sus padres y llevar una vida autónoma.
Este es el argumento:
Caronte, el barquero de la Laguna Estigia que transporta las almas de los difuntos desde el mundo de los vivos al Hades, quiere tomarse un descanso para ir a ver como viven los humanos y encontrar respuestas a las preguntas que lo intrigan sobre estas criaturas que ya le llegan muertas. Pero antes debe encontrar un aprendiz para que lo sustituya mientras esté fuera.

Morticia, una chica joven que busca trabajo, será la aprendiz que le imponen. Y Caronte, a disgusto, le enseña las tareas que tiene que hacer. En el Hades Morticia conoce Eurídice, la ninfa con la que Orfeo iba a casarse, que murió por el mordisco de una serpiente. Cada día Eurídice intenta robarle a Caronte -sin éxito- algo que él custodia y que podría devolverla a la vida. La llegada de Morticia romperá el frágil equilibrio en el que se desarrolla la existencia de Caronte y Eurídice. Y cambiará incluso su relación con los dioses del Olimpo.
Si todo va bien, pronto veremos La APRENDIZ publicada y representada. Y me consta que ya hay centros educativos esperando su publicación para ponerla como lectura a la asignatura de Cultura Clásica.